Los documentos internos de la compañía demuestran un plan de acción que incluía pagar anuncios web y publicar críticas falsas en las reseñas de Amazon
Monsanto investigó a periodistas, activistas e incluso a Neil Young para intentar desacreditarlos
Como periodista con más de 30 años escribiendo sobre
empresas de Estados Unidos, hay pocas estrategias de propaganda
corporativa que me sorprendan. Conozco la presión que son capaces de ejercer,
y de hecho ejercen, cuando buscan salir bien en los medios o impedir
noticias que consideran negativas sobre sus productos o prácticas
empresariales.
Pero recibir las casi 50 páginas de
comunicaciones internas con los planes de Monsanto de ponerme a mí, y a
mi reputación, en el punto de mira fue algo que me sorprendió.
Sabía
que a la compañía no le gustaba que en los 21 años que he pasado
escribiendo sobre la industria agroquímica, casi siempre para Reuters,
mis artículos citaran a escépticos tanto como a partidarios de las
semillas genéticamente modificadas de Monsanto.
Sabía
que a la compañía no le gustaba que yo escribiera sobre las crecientes
preocupaciones dentro de la comunidad científica por investigaciones que
relacionaban a los herbicidas de Monsanto con problemas
medioambientales y en la salud de las personas.
Y sabía que la empresa no recibió con agrado Whitewash - The Story of a Weed Killer, Cancer and the Corruption of Science,
el libro que publiqué en 2017 contando lo que hacía la empresa para
silenciar o manipular hallazgos científicos relacionados con su negocio
de herbicidas.
Lo que nunca imaginé es que eso justificara que en Monsanto hubiera un plan de acción diseñado específicamente para atacarme.
Los
registros de la compañía que recibí muestran varias acciones. Uno de
los planes de Monsanto consistía en pagar por anuncios online para que
si alguien ponía mi nombre en el buscador, apareciera al principio de
los resultados un blog sobre mí escrito por la empresa. En las
comunicaciones internas también se habla de la necesidad de generar
temas de debate sobre mí que puedan ser usados "por terceros". Además,
Monsanto produjo un vídeo para amplificar la propaganda diseñada por la
compañía en torno a mi persona y mi trabajo.
Como
parte del 'Proyecto Acicalamiento', en Monsanto había hasta una hoja de
cálculo con mi nombre. El "plan para el Libro de Carey Gillam" enumera
más de 20 puntos, incluyendo un debate sobre las cosas que podría hacer
la compañía para que terceras personas publicasen reseñas sobre mi libro
Whitewash.
En los documentos se
puede ver que Monsanto contrató los servicios de FTI Consulting, con
sede en la ciudad de Washington, para que la ayudara en su objetivo. FTI
es la empresa que salió en las noticias a principios de 2019 después de
que una de sus empleadas se hiciera pasar por periodista durante el
juicio por el Roundup [el herbicida de Monsanto] y el cáncer que se
celebró en marzo en San Francisco. La mujer fingió estar escribiendo
sobre el juicio, conocido como el caso Hardeman contra Monsanto, pero su
verdadero objetivo era sugerir argumentos favorables a Monsanto a los
periodistas que sí lo estaban cubriendo de verdad.
Adam
Cubbage, director senior de comunicaciones estratégicas de FTI, fue la
persona que en septiembre de 2017 (un mes antes de la publicación de Whitewash)
escribió un correo electrónico a los empleados de Monsanto con un
listado de "cosas a hacer" antes del lanzamiento del libro. Entre ellas,
desarrollar un "sistema de alertas" para exponer los "problemas en la
argumentación" del libro y publicar enlaces a la página de Amazon donde
la gente, supuestamente, podría publicar reseñas negativas del libro. El
plan también proponía reclutar a "clientes del sector industrial y del
agrícola" para publicar reseñas que usaran los argumentos de Monsanto.
El
plan se ejecutó un fin de semana en Amazon. El libro se acababa de
publicar y de repente aparecieron decenas de "críticos" con reseñas de
una sola estrella usando argumentos y palabras sospechosamente
similares. El intento no tuvo demasiado éxito porque Amazon eliminó
muchas de esas críticas al considerarlas falsas o inadecuadas (el libro
ganó el Premio Rachel Carson de la Sociedad de Periodistas Ambientales y
otros dos premios literarios).
Desde FTI, Cubbage
también pidió como "acción inmediata" pagar para que "un post ya escrito
del blog sobre Carey Gillam aparezca en la búsqueda de Google 'Monsanto
Glifosato Carey Gillam'".
El nombre en clave,
"Proyecto Acicalamiento", es la referencia interna corporativa que
Monsanto usó para los planes de proteger ante cualquier amenaza,
incluidos científicos y periodistas, su negocio de glifosatos y de
herbicidas Roundup.
Otras preocupaciones de Monsanto
también recibieron nombres en clave. Según una declaración del ex
abogado de Monsanto Todd Rands (ahora trabaja para FTI), los intentos de
la empresa para defenderse en el juicio por su responsabilidad en la
contaminación con PCB [policlorobifenilos] recibieron el nombre de
"Proyecto Chrome".
Los registros de Monsanto que
recibí forman parte del archivo de comunicaciones que la corte ordenó
entregar a la empresa durante el caso originado con la denuncia de miles
de víctimas de cáncer que vinculan sus enfermedades con la exposición a
herbicidas Roundup. Estos documentos internos dejan al descubierto años
de manejos por parte de Monsanto para manipular las evidencias
científicas sobre el Roundup, estrategias de varios niveles diseñadas
para crear y controlar la opinión pública sobre los herbicidas Roundup
más vendidos de Monsanto.
Monsanto también tenía un
plan de acción para desacreditar al Centro Internacional de
Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) cuando en marzo de 2015 el grupo
científico clasificó al glifosato, el químico clave del Roundup, como
probable cancerígeno humano. Su "plan de preparación y combate" para el
CIIC estaba diseñado incluso antes de que la agencia publicara su
clasificación de glifosato.
Los correos electrónicos
de la compañía también mencionan brevemente las presiones que la empresa
ejerció en Reuters mientras yo trabajaba en la agencia de noticias. En
Monsanto estaban totalmente satisfechos cuando los artículos destacaban
sus nuevos productos, la difusión de su tecnología de semillas, o alguna
de sus últimas expansiones. Pero si en una de mis crónicas yo citaba a
alguna persona crítica o alguna investigación científica que Monsanto no
consideraba válida, la empresa se quejaba repetidamente ante los
editores, malgastando el tiempo y los recursos de la redacción.
Después
de un artículo que escribí para Reuters en septiembre de 2015, el
responsable de relaciones con medios de Monsanto Sam Murphey escribió un
correo electrónico explicando como él y sus colegas "compartían
colectivamente el dolor de cabeza Carey". Con el título Trabajadores de EEUU denuncian que el herbicida de Monsanto les provocó cáncer,
mi crónica hablaba sobre el creciente número de demandas presentadas
contra Monsanto por el cáncer del Roundup. "Seguimos presionando a sus
editores con mucha insistencia cada vez que podemos", escribió Murphey a
sus colegas después de mi artículo. "Todos esperamos el día en que la
cambien de sección".
No parece que mi partida de
Reuters haya servido para aliviar la irritación de Monsanto. Tras dejar
la agencia a finales de octubre de 2015 me uní a US Right to Know, una
ONG que trabaja por la transparencia en la industria alimentaria; y en
enero de 2016 comencé a escribir Whitewash. Poco después, en un correo electrónico de mayo de 2016, Monsanto se refería a mí como "un grano en el culo".
Estos
documentos internos de Monsanto son solo una pequeña parte de una
abundancia de registros similares en los que, según me dicen, mi nombre
aparece de una o de otra manera. Una pequeña huella del amplio ataque
que la compañía ha lanzado contra mí. En las redes sociales soy troleada
constantemente por personas relacionadas con Monsanto, en muchos casos
diciendo auténticos disparates sobre mí y sobre la ONG US Right to know.
Los
aliados de Monsanto han acosado una y otra vez a los editores de
publicaciones en las que salen mis artículos y han presionado a los
organizadores de conferencias y seminarios web en los que se habla de mi
trabajo para que me excluyeran. En una jugada especialmente infantil,
un empleado de FTI intentó interrumpirme durante uno de los juicios de
cáncer por el Roundup de Monsanto en California.
Yo
soy solo una persona, una periodista que trabaja desde casa en el medio
oeste americano y hace malabares con tres niños y fechas de entrega poco
planificables. Saber que una corporación multimillonaria dedicó tanto
tiempo y recursos a buscar una forma de boicotearme es aterrador.
La
verdad y la transparencia son bienes muy valiosos, los cimientos del
conocimiento que todos necesitamos y merecemos sobre el mundo en el que
vivimos. Sin la verdad es imposible saber a qué riesgos nos enfrentamos,
cómo debemos proteger a nuestras familias y nuestro futuro.
La
verdad se muere cuando las empresas ejercen de una forma tan intensa su
poder para silenciar al mensajero, modificar lo que se dice y manipular
la opinión pública. Y eso es algo que debería asustarnos a todos.
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